
En cambio, en los fines de semana se transforma en una fiesta de colores en donde familias enteras se pasean desde la Plaza Italia hasta el barrio Mapocho, visitando museos, cafés, espectáculos callejeros, malabaristas, ferias de las pulgas o transitando en medio de las hojas invernales que se arremolinan sobre el maicillo.
Este lugar ha sido epicentro de una serie de actividades ciudadanas que han marcado la historia de la ciudad. Desde las antiguas ferias de los libros, hasta los miles de desnudos de Tunick; desde las celebraciones que se encauzan por sus prados desde Baquedano hasta las fiestas de la Cultura; desde el maldito polen de los plátanos orientales en primavera hasta las protestas ochenteras contra el régimen.
Todo aquí respira aires santiaguinos y, a su vez, otorga un pequeño pulmón de oxígeno a la selva de cemento.
Paseo Obligado

Hay tiempo para sentarse, para pasear en bicicleta, para pasear perros urbanos tipo departamento, para reencontrase con los amigos y conversar. Para vivenciar lo que fue su idea original: ser un lugar de encuentro.
Paseo obligado de los fines de semana, desde su antigua formación lucha aún hoy por ser un espacio de paz, relajo y seguridad, la cuál para ser francos se da más de día que de noche. Sin embargo la fiesta en que se convierte la gente en su conjunto lo hace una opción más que válida a la hora de redescubrir nuestra ciudad. Al menos mucho más que pasearse como zombie delante de vitrinas muertas en el Mall de moda.
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